Casi sin darnos cuenta, nos vimos involucrados en esta aventura, que quizás hace algún tiempo se nos podía antojar una empresa lejana, pero que teniendo en el horizonte el Mont Blanc, se convertía en cita casi obligada y así fue como surgió, a modo de entrenamiento, nos planteamos esta ascensión, para la cual, buscamos cada uno nuestras triquiñuelas en casa para poder escaparnos tres diitas y poder realizarla.
En un principio comenzaron las quinielas, hasta el Lucas y la Mari se apuntaban, pero como suele ser habitual, poco a poco se fue cayendo gente de la lista y los cuatro intrepidos que ya tenían sacado el billete para Francia, acompañados por el Largo, fueron los que finalmente se embarcaron en este viaje, en el Altea del largo, rumbo a Benasque. Os advierto ya de antemano, que voy a poner pocas fotos en esta entrada, por el contrario, al final, incrustaré el video con el montaje.
Después de una mirada furtiva en alguna de las muchas tiendas de montaña y después de que al pico le sacasen un ojo, por una capa de lluvia, nos pusimos de nuevo en marcha, hacia la Besurta, último aparcamiento para poder dejar el coche, antes de acometer una corta, pero fuerte subida hasta el Refugio de la Renclusa.
En este aparcamiento, existen una especie de marquesinas de madera, con unos bancos, que nos sirvieron para terminar de vestirnos y prepararnos antes de empezar a andar. La lluvia seguía acompañándonos y de hecho, no dejo de hacerlo hasta que llegamos al Refugio. La ascensión, se hace por un camino bien marcado, que haciendo unas zetas, nos aproximó hasta la Renclusa, situado a 2140 m., en unos 40 min.
El Refugio, que más bien parece un hotel, cuenta con una pequeña sala en la entrada, en la que has de quitarte las botas y el material duro (piolets, bastones etc...) y en su lugar, te calzas (si no te has llevado tú unas propias) unas sandalias de esas de goma, para moverte por el interior del refu. Primero nos hicimos un té calentito, de esos que se curra el tío Yon y después, a pesar de que existe servicio de comidas, nosotros queríamos disfrutar el romanticismo de la cocina de montaña, asi que con nuestros infiernillos, nos hicimos unos sobres de pasta bien buenos, que acompañamos de unos sandwiches y unos pinchitos de embutido.
Según nos informaron en el Refugio, al día siguiente anunciaban una tormenta a eso de las 11:00 de la mañana, asi que decidimos aventurarnos, eso sí, madrugando más de lo previsto, toca diana a las 04:00 de la madrugada. En lugar de acostarnos, os contaré que nos montamos una timbita, con unas fichas de dominó y ajedrez y que acabamos a eso de las 00:00, cuando todo el mundo estaba durmiendo desde las 22:00 jejeje ah!!! por cierto, ganó Pico y creo que no se la pagamos...
El rodeo, además de por las dudas que ya he comentado, también lo dimos, porque así evitábamos el tener que pisar ya zona de nieve y por tanto, tener que colocarnos los crampones desde tan pronto. En cualquier caso, llegó una zona en la que ya era necesario sí o sí, aunque cruzamos un pequeño nevero aún sin ponérnoslos, algo que hizo que el Largo, ya empezase su particular calvario y lo pasase un poco mal cruzándolo.
Después de este nevero, en una zona rocosa, nos juntamos y nos calzamos los crampones, todavía sin mucha inclinación, nos eran más efectivos los bsatones que el piolet, ya que existían zonas con la nieve muy blanda, en las que en ocasiones te hundías. Silver aquí ya se le veía jodido, no sé si serían falta de fuerzas, poco descanso en la noche, algo psicológico o un posible mal de altura temprano (estábamos sólo a 2700 m. más o menos), pero tenía mala cara y sudaba en exceso. En esta zona empezó a amanecer y ya no eran necesarios los frontales, además pudimos centrarnos un poco y dislumbrar por donde se ascendía, ya que había varias huellas marcadas, pero todas llevaban al mismo sitio, ascendiendo muy verticalmente hacía una zona que parecía un collado, para después girar bruscamente a la izquierda y llevarnos hacia la entrada del Portillón.
El Portillón, es una especie de brecha en la cresta de la montaña, que entre unas formaciones rocosas, crea una especie de brecha a modo de escalinata y que da paso a la otra vertiente de la montaña, mostrándote el valle de Vallibierna, otra ruta de ascenso o bien una alternativa al descenso para no volver por el mismo sitio, ya que existe una línea de autobuses, que conecta el final de este valle con el "Plan de la Besurta", donde dejamos el coche al inicio de la ruta. Este paso del Portillón, si bien no es muy complicado, exige tener cierto cuidado, mucho más al descenderlo que al ascenderlo, ya que un resbalón o traspie, puede dar lugar a una caída de muchos metros. En este punto, alcanzamos a los tres frontales que a primera hora de la mañana, se observaban sobre nuestras cabezas y que pertenecían a tres franceses, que habían decidido ascender con esquís de travesía, algo digno de alabanza, porque ascender esas pendientes con las pieles de foca puestas bajo los esquís, tiene que ser durísimo.

Siendo ya cuatro reanudamos la marcha, a partir de aquí es cuando peor lo pase yo y menos mal que Silver no siguió, porque aquí si que hubiese sufrido. El camino era similar al anterior, siempre en ligero ascenso, lo que pasa que la nieve ya estaba muy blanda y de cada cuatro pasos, tres te hundías hasta la cintura. Costaba una barbaridad, sacar el pie, para comprobar que en el siguiente paso, te volvías a hundir. Yo lo tengo claro, de este invierno no pasa, que me compre unas raquetas.
Poco a poco fuimos llegando al Collado de Coronas, algunos sufrimos más que otros, pero por encima de todos, sobresale el tio Yon, que parece que no le cuesta ascender y que cuando Toni y Pico acababan de llegar al Collado Coronas y yo ni siquiera lo había hecho, dijo que iba a ir subiendo a ver como estaba.
A partir del Collado, la nieve volvía a ser buena para progresar. Por una huella bien marcada, haciendo unas zetas muy fuertes, se comenzaba a ascender las últimas rampas del Aneto y a su vez las de mayor inclinación de toda la ruta. A pesar de que hacía un momento, la cumbre se nos había mostrado en toda su plenitud, ahora, una fina niebla, no nos dejaba ver mucho más adelante. Para que os hagáis una idea de la inclinación de las rampas, recuerdo perfectamente cómo veía los pies de Pico a la altura de mi cabeza, en la Zeta de arriba y casi lo podía tocar.
Poco a poco, fuimos pasando todos hasta la cumbre, en la que nos abrazamos, chocamos las manos y nos dejamos llevar por la emoción, pensando en lo que se nos venía dentro de aproximadamente un mes, cuando a priori, intentaríamos el Mont Blanc… pero bueno, para eso aún quedaba mucho y había que disfrutar de esta cumbre, no en vano, es la segunda más alta de la Peninsula, la más alta de los Pirineos y para tres de nosotros, lo más alto que habíamos estado nunca. Nos hicimos las pertinentes fotos, grabamos un video algo accidentado jejeje y había que empezar a pensar en la bajada.
Para la bajada no me enrollaré en exceso, todos sabéis lo que me pasó… sólo os diré que yo iba muy justito de fuerzas y el Yon, que como siempre va sobradísimo empezó a tirar, además el tiempo se estaba poniendo feo, así que Pico y Toni le siguieron, yo me quedaba un poco rezagado y casualidades de la vida, a Pico se le enganchó un crampón en el guetre y se paró a quitárselos y de pasó recuperaba un poco el aliento, que como confesó después, tampoco le sobraba, así que finalmente me esperó. Toni y Yon tiraron, a Pico y a mí nos cogió bien la tormenta, empezó a nevar y a hacer mucho frío, así que apretamos el paso y yo tuve un traspié y caí por una pala de nieve, hasta que pude detenerme con una roca que estaba medio suelta. ¡¡¡Pico, Picoooooo, Picooooooo!!!, estas fueron mis palabras mientras caía. Yo me quedé sin fuerzas, en parte porque ya no las tenía y porque el susto me había quitado las pocas que había. Además, algo me había pasado en el pie derecho, un dolor enorme me subía por la pierna y yo sólo pensaba, me lo he roto, me lo he roto y con esta tormenta el helicóptero no va a subir… menuda papeleta. Pico acudió enseguida a socorrerme y gracias a su ayuda, pude salir del embolao, poco a poco y con su ayuda, me fui centrando, primero había que abrigarse, que el frío ya era muchísimo. Fui comprobando que el pie a pesar de dolerme un pasote, no parecía estar roto, así que me fui recuperando y Pico y yo llegamos a la conclusión de que había que continuar, como no me moviese pronto, me iba a enfriar y entonces, seguro que no continuaría.
Después de contaros mi batallita, os diré que Yon y Toni, que no sabían nada de mi accidente, siguieron tirando y tanto lo hicieron, sobre todo Yon, que llegó al refugio 10 min. después que el Largo, del que no os había vuelto a decir nada, pero que se había encontrado mejor y había decidido bajar hasta la Renclusa. Pico y yo, tardamos en hacer lo que se hace en una hora y media más o menos, unas 5 horas y media, llegamos finalmente al Refu y decidimos continuar sin pararnos nada, hasta el coche, para que mi pie no se enfriase mucho, aunque el dolor que tenía empezaba a ser insoportable. Finalmente llegamos al coche, nos cambiamos lo justito y al albergue a ducharnos, que me tenía que mirar el pie. En esta última parte, me toca darle las gracias a Yon, que me llevó la mochila.
Ya termino con esta entrada, una gran hazaña, que nos sirvió de mucho en la preparación del Mont Blanc, sobre todo psicológicamente y que tuvo como resultado, una conquista más de PAPA LIMA SIERRA.
PD: Como siempre, muchas gracias a todos, por ayudarme a disfrutar de mi gran pasión y especialmente a Pico, que en los momentos más difíciles estuvo conmigo. Un abrazo a todos y si la montaña nos deja, en más o menos un mes, NOS VEMOS EN LA CUMBRE, en este caso, en la del Mont Blanc ooooohhhhhh siiiiiiiiiiiiiiii.

